0954 21 Diciembre 2007
 
 
 
Secciones
Lo bueno si breve
Para Opinar
Carta Alcalde
Menú de Noticias
Para Salir
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fotomatón

 HERODES
       
Cargado de siglos, pero con la líbido intacta y las ideas tan arraigadas y pertinaces como hace dos mil años, le fastidia haber pasado a la historia como “el malo” de la película navideña que la historia nos ha contado. Reivindica su reinado como el último que supo “plantarle cara al imperio” y justifica sus órdenes, basándose “en razones de Estado”.
       
- ¿Cuánto de leyenda y cuánto de verdad histórica hay en lo que nos han contado sobre usted?
- Sepa, antes de nada, que la historia la escriben siempre los vencedores y a mí, un perdedor, nunca me han dado la oportunidad de explicarme.
- Aquí la tiene.
- En primer lugar, la fama de rijoso que me han endilgado: que si Herodías, que si Salomé, que si ésta, que si aquella, pues son cosas más del “tomate” que hechos probados. Tampoco voy a decir que fuera un santo, pero póngase en mi lugar: Rey de Judea, hijo de papá, buenos carruajes… ¿a quién le amarga un plato de “judías” de vez en cuando?
- Ya, pero de ahí a cortarle al “Bautista” la cabeza…
- El que perdí la cabeza fui yo, valga la paradoja. Es que la Salomé aquella, tendría usted que haberla visto, qué caderas, qué hombros, qué… Y su madre, ésa sí que era una bruja, siempre malmetiendo… La llamaban la “seisdedos”, ¿sabe usted?. Además, las cosas como son, el propio Juan se lo buscó. Por cabezón. Mira que yo le estimaba, que de jóvenes nos habíamos corrido juntos nuestras buenas juergas… Pero desde que le comieron el tarro los Testigos de Yahvé aquellos, empezó que si la capa de ozono, que si el calentamiento global, que si esto no dura dos telediarios… Total, que hubo que cortar por lo “insano”, que no andaba muy bien de la perola que digamos.

- ¿Y lo de los Santos Inocentes? Menuda matanza…
- Recuerde usted que yo acababa de hacer un Censo y los datos que obtuvimos eran alarmantes: se nos estaba llenando la regi ón de nubios, de persas, de griegos… Yo temí que tanto inmigrante, y encima pobres, ponían en peligro nuestras señas de identidad. Bastante teníamos ya con los yanquis, perdón, con los romanos, que nos imponían sus dioses, sus músicas, sus pelis…
- Total, que ahí cortó por lo “sano”.
- Póngase usted en mi lugar.
- No. Usted y tantos otros como usted son los que se ponen “en su lugar”.