La
ciudad participa de la filosofía de conceder el protagonismo a
sus gentes y al entorno natural en el que crece integrada. Para
ello hemos recuperado espacios desérticos que ahora forman parte
de la ampliación del parque de La Grajera, y se han creado los
parques de La Ribera y el Iregua. El río Ebro ha cobrado especial
protagonismo en la ciudad, ha abandonado su carácter de barrera
y es, ya hoy en día, un elemento vertebrador, un atractivo más
de Logroño. La imagen que percibimos de Logroño es posible gracias
a un trabajo y una planificación medioambiental meticulosa y rigurosa.
Una labor que conjuga la depuración de las aguas residuales en
su totalidad, así como el tratamiento del agua de riego para su
reaprovechamiento, con la creación de parques y zonas verdes.
Una política que coloca a Logroño con una ratio de superficie
de césped por habitante del 5,39, que es uno de los más elevados
del país, por encima de ciudades como Barcelona o Bilbao. Una
preocupación por el entorno natural logroñés que está acompañada
de partidas presupuestarias e inversiones reales acordes a los
objetivos marcados y se apoya en servicios complementarios como
es la mejora constante de la limpieza y del reciclado de papel,
cartón, vidrio y envases.
|