0933 22 Junio 2007
 
 
 
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Tomás Santos, logroñés de a pie

       Apenas lleva un día en el cargo, pero lo ejerce con la naturalidad propia de quien sabe que no es sino una responsabilidad más y una tarea más de las que ha ido eligiendo o la vida le ha ido imponiendo, que no es lo mismo pero es igual.
        Si le sometieran a tortura, lo mismo que si le hiciesen papa, seguiría diciendo que lo más importante en la vida es la familia y los amigos, y uno no tiene más remedio que creérselo.
        Mira de frente pero en sus ojos hay un brillo viejo de chaval de barrio fajado en mil peleas, de base listo y escurridizo, de imaginaria curtido en la peor garita, de fino sabueso de morosos bancarios, un tipo bajito de hombros cargados y pelo agradecido que nunca ha dejado de vestirse por los pies.


       Ahora va y es usted alcalde de Logroño. ¿Lo soñó alguna vez?
        Ni lo soñé ni me ha quitado el sueño, pero cuando me presenté a las primarias del PSOE lo hice para poder ser candidato y cuando me he presentado a las elecciones municipales lo he hecho para ganarlas.

        A la segunda…
        Mejor a la segunda que a la tercera.

        ¿Ha valido la pena?
        Llegar sí, ha valido el esfuerzo, que no la pena. Pero no por ser esto o lo otro, sino por lo que podemos y vamos a hacer. Mira, yo no estoy en la política para tener un cargo sino por unas ideas, por una manera de entender el mundo y de comprometerme con la gente.

        De acuerdo, pero en el teatrillo éste del mundo y la gente en el que nos toca actuar, a usted le toca ahora hacer de alcalde. ¿Cómo lo lleva?
        Básicamente bien pero, a qué negarlo, con un cierto vértigo e intentando pastorear sentimientos encontrados, no sé si contradictorios o complementarios, que van del contento a la preocupación, de la responsabilidad a la satisfacción.

        ¿Cómo se las apañaba un niño de posguerra nacido en la calle Mayor?
        (Por primera vez hace una pausa y dice como para sí mismo…) Qué importantes son las raíces. Son las que me siguen alimentando.
        Sí, como casi todos, fui niño feliz de posguerra triste, aunque lo de triste no lo supe hasta más tarde. Mi escuela, como la de todos, fue la calle pero, por suerte, mi espejo fue mi padre.

        El Orejas, el del Negresco.
        Sí,  Luis, el Orejitas, viejito ya, pero aún vivo. Trabajador, recto, generoso, amante de la libertad. Incansable promotor de fútbol con chavales, allá en las Chiribitas, con un pellejo inflado por balón y dos piedras por porterías. Fundó y sacó adelante el Berceo con mucha ilusión y sin un duro, eso sí que tiene mérito. Fue su manera  de rebelarse contra aquella España triste de vencidos y vencedores hambrientos. Y de matar el hambre de los críos cambiándosela por hambre… de gol. El Berceo… Fíjate. Tan arraigado está en la vida de Logroño que en este Ayuntamiento, gobierne quien gobierne, siempre hay alguien del Berceo.

        Allí fue, entonces, donde fraguó su pasión por el fútbol.
        Fuera bromas, lo que a mí me gustaba era el baloncesto. Fundé un equipo de baloncesto, me hice entrenador de baloncesto y, como periodista deportivo, empecé escribiendo y hablando de baloncesto.

        Habrá que creerle.
        Pues claro, aunque, obviamente, también me ha gustado y me gusta el fútbol.

        No voy a preguntarle por el Logroñés.
        No hace falta. Todo el mundo sabe lo que pienso.

        Hábleme de su jerarquía de valores. ¿Qué es lo más importante para usted en la vida?
        Me parece que no voy a pasar a la historia por ello pero, sinceramente, lo más importante para mí en la vida es la familia y los amigos. También hay otras cosas, por supuesto, si no, no estaría en política, por ejemplo.

        El gusanillo municipal, ¿de dónde le viene?
        Del interés y la ilusión de hacer algo por Logroño, por supuesto, pero hay una vinculación familiar que apenas nadie conoce y que me apetece contar. Mi suegro, el padre de mi mujer, Jesús Martínez Miranda, gran médico y mejor persona, fue concejal del Ayuntamiento de Logroño a principios de los años setenta. Y, por cierto, una de las ideas por las que peleó, aunque no pudo llevar a cabo, fue la de instalar en el cementerio un Crematorio…

        Demasiado para aquellos años, supongo… Usted está casado y tiene dos hijos, creo.
        Así es. Me casé en el Monasterio de Valvanera en el año 78, mi esposa es funcionaria en el Instituto Riojano de Salud Laboral y hemos tenido dos hijos: Diego, ingeniero técnico agrícola, y Alvaro, que está terminando Administración de Empresas. Diego acaba de regresar de Gales, donde ha estado trabajando con una beca europea, y los dos han hecho programas Erasmus en Coimbra y Braganza. Qué gusto da que nuestros jóvenes dispongan ahora de oportunidades para salir, para formarse mejor…

  
        Usted llegó a perito mercantil…

        Con gran esfuerzo, mío y, sobre todo, de mis padres.

        Y se hizo banquero...
        Bancario…, que no es lo mismo. Pero estoy muy orgulloso de mi profesión y la he desarrollado muy a gusto, durante casi cuarenta años, en el Banco Popular.

        Ironías del destino, supongo, porque lo suyo fue siempre el Partido Socialista…
        Pues sí, ya ves. Pero era lo más lógico, de acuerdo con lo que había mamado en casa, con mi desarrollo personal y con lo que fueron los años de la transición de la dictadura a la democracia. Desde entonces llevo 28 años en el Partido Socialista y estoy encantado de estar en él.

        Pero hasta hace apenas cuatro años no dio el salto a la política activa.
        Bueno, activo en política siempre, pero sí, a pesar de haber tenido otras muchas ofertas antes, hasta hace cuatro años no me pareció oportuno aparcar mi trabajo profesional para meterme en harina, y no mediante un cargo, sino en la pelea de una candidatura al Ayuntamiento de mi pueblo, que es Logroño.

        Alarga un poco más la oooo y le sale Pepe Blanco… el nuestro.
        El otro también es “mío” y cuento con su pleno apoyo para hacer cosas muy importantes en esta ciudad.

        Pero antes se ha bregado usted durante cuatro años en la oposición municipal, donde les han dado poca bola.
        ¿Poca?... Ninguna, y es una lástima. Han sido años duros y de intenso trabajo, a veces oscuro, a veces no conocido ni valorado, pero intenso y de equipo, de trabajo en equipo. Un equipo que ha cuajado y se ha fortalecido proponiendo, controlando  y denunciando pequeñas y grandes anomalías, pero sin perder la cara, las formas ni el respeto.

        La recompensa se llama gobernar Logroño, aunque alguno haya cuestionado la legitimidad de un pacto entre “perdedores”.
        Seamos serios. Los logroñeses que han votado al Partido Riojano y al Partido Socialista son unos miles más que los que han votado al Partido Popular, lo que traducido quiere decir que 14 concejales son más que 13, aquí y en Sebastopol. Así que, amigas y amigos del PP,  relájense, no salgan en desbandada, y procuren hacer lo mejor que sepan su labor de colaboración, de control y de oposición al nuevo gobierno municipal.

        ¿Un gobierno bicéfalo?
        Un gobierno de coalición de dos partidos, con personalidad y voz propia y diferenciada, pero un gobierno de responsabilidades compartidas y objetivos comunes, un extraordinario equipo de mujeres y hombres que van a darlo todo por Logroño.

        Eso lo dicen todos…
        Puede que sí, así que nos atendremos al veredicto evangélico de “por sus frutos les conoceréis”. Estoy seguro de que la gente va a ver inmediatamente que tenemos otra manera de ser y otra manera de hacer.

        A propósito o sin él, ¿usted es creyente?
        Bautizado sí y creyente también, aunque a una respetuosa distancia de la Iglesia y muy crítico con la cúspide episcopal española.

        Algo de “pastor” tiene la tarea de alcalde, ¿no?
        Yo prefiero ciudadanos críticos a ovejas sumisas, pero bueno, si acaso eso de preocuparse por todo el rebaño… Yo pretendo ser, voy a ser alcalde de todos. Y quisiera ser, me resuena muy dentro, débil con los débiles y fuerte con los fuertes.

        Al final le ha salido una frase para pasar a la historia...
        Pero si no es mía…

        Defínase, al menos, con una suya.
        Soy un logroñés de a pie.

        ¿Y no le va a dar vértigo ser llevado en andas?
        Confío en que no.