Apenas lleva un día en el cargo, pero lo ejerce con la naturalidad propia de quien sabe que no es sino una responsabilidad más y una tarea más de las que ha ido eligiendo o la vida le ha ido imponiendo, que no es lo mismo pero es igual.
Si le sometieran a tortura, lo mismo que si le hiciesen papa, seguiría diciendo que lo más importante en la vida es la familia y los amigos, y uno no tiene más remedio que creérselo.
Mira de frente pero en sus ojos hay un brillo viejo de chaval de barrio fajado en mil peleas, de base listo y escurridizo, de imaginaria curtido en la peor garita, de fino sabueso de morosos bancarios, un tipo bajito de hombros cargados y pelo agradecido que nunca ha dejado de vestirse por los pies.
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