Mi enhorabuena a Manuel Hidalgo, ganador del Premio Logroño de Novela, y también al logroñés Óscar Calavia, merecedor de una especial mención del jurado.
No me corresponde a mí, ni en mi condición de alcalde ni tampoco en la de ciudadano aficionado a la lectura, hacer una disertación sobre los vericuetos de la creación literaria.
Sí me corresponde, y a eso va a dedicar su energía y los dineros necesarios el gobierno que me honro en presidir, el dotar a la ciudad de una red de bibliotecas en las que la creación literaria y las novelas, obviamente, alimentarán el espíritu de cuantos niños, jóvenes y mayores quieran disfrutar de ellas.
Por lo demás, sé únicamente que las novelas me han acompañado desde niño.
Sé que las novelas, a las que el viejo y siempre joven Cervantes calificó de “historias veraces” y pretendió que “al leerlas, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”, seguirán acompañando mi vivir.
Logroño se complace en alumbrar este primer Premio Logroño de Novela con el deseo de que contribuya a embellecer el mundo que habitamos.
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