De mafias, oenegés y otras organizaciones criminales
De mafias, oenegés y otras organizaciones criminales
Los cambios no siempre son negativos, de hecho, en la mayoría de las ocasiones son enriquecedores. Si no, que se lo pregunten a Hércules o a Dalí.
Sin embargo, no son los viajes de Hércules ni los paseos de Dalí por París o Nueva York lo que vemos cada día en el telediario. Las imágenes que vemos en los noticiarios son los de las barcazas abandonadas a su suerte en el Mediterráneo o a unas pocas millas de las Islas Canarias por las mafias que trafican con personas desesperadas por conseguir un futuro mejor.
Ese futuro que sí pudieron tener Hércules o Dalí es el que les promete el bipartidismo para contentar a Europa con regularizaciones masivas y políticas sociales indiscriminadas que terminan por contribuir al efecto llamada que aprovechan esas organizaciones criminales que abandonan a sus víctimas a su suerte en medio del mar.
Y ello tiene sus consecuencias: no solamente supone la despersonalización de nuestros barrios, que convierten en verdaderos lugares de encierro; sino también la inseguridad derivada de la falta de arraigo de aquellos que llegan sin saber dónde y sin conocer las normas del juego y sufren los vecinos de toda la vida.
Las mafias los traen; los que están sentados en los despachos lo permiten y alientan y, el resto, lo sufrimos.