Si algo le falta a Logroño no es un Starbucks
Si algo le falta a Logroño no es un Starbucks
Logroño siempre ha sido una ciudad especial. Pequeña, acogedora, de calles donde los vecinos/as se saludan, de bares donde compartir un buen pincho y una charla. Nos hemos sentido orgullosos de ser llamados un pueblo, porque en el fondo eso somos: barrio, comunidad, esencia. Pero ¿qué está pasando con nuestra ciudad? Desde hace un tiempo, y sobre todo tras la pandemia, Logroño parece haber decidido vestirse con el disfraz de algo que nunca fue: un destino de turismo masivo.
El turismo, lejos de ser esa gran panacea que algunos defienden, está cambiando la cara de nuestra ciudad. Los precios de los alquileres han subido tanto que muchos vecinos/as ya no pueden permitirse vivir aquí. Los pisos, en lugar de albergar familias logroñesas, se han convertido en B&B para turistas que solo se quedan una noche. El comercio local de toda la vida está cerrando y en su lugar aparecen cadenas multinacionales o tiendas orientadas al consumo rápido de los visitantes. Las calles, antaño limpias y cuidadas, están más sucias, reflejo de un modelo que prioriza al turista sobre el vecino.
Nuestro alcalde celebra este aumento del turismo, defendiendo que Logroño necesita más visitantes y centros gastronómicos. Pero este modelo está vaciando la ciudad de su alma. Si algo le falta a Logroño, no es un Starbucks. Le falta valentía para proteger su esencia, esa que nos hace ser pequeños, humanos y auténticos.