Foto de un tramo del Río Iregua

A su paso por el término municipal, el río Iregua se caracteriza principalmente por su permanentemente escaso caudal, mucho menor de lo que su cauce parece indicar. Ello se debe al aprovechamiento para riego que se hace de sus aguas, lo que hace que, cerca de la desembocadura, este río apenas tenga el agua que debería, especialmente en los meses más secos. Su trazado es sinuoso, pero sin llegar a formar meandros. Se asienta sobre una amplia llanura de inundación, actualmente aprovechada por cultivos intensivos y otras actividades humanas.

La vegetación natural queda reducida a algunas playas de gravas, y los taludes que delimitan el cauce de inundación. Sobre las primeras, que antiguamente se encontraban sumergidas, crecen sargas y sargatillas de pequeño tamaño, así como otros arbustos y herbáceas de diversas especies. En los casos en que la llanura del cauce es más ancha, como ocurre en la desembocadura, existen choperas naturalizadas, así como una mayor densidad de arbustos y arbolillos.

A pesar de que tanto la vegetación del Iregua, como el mismo río, se encuentran muy alterados, su función diversificadora del territorio es muy elevada, con unos importantes efectos ambientales y biológicos en sus alrededores. Sin embargo, su importancia como parte del sistema reticular de corredores naturales del río Ebro es muy pequeña, teniendo únicamente algo de entidad en la misma desembocadura.

Los impactos a los que se ven sometidos este río y sus orillas son, por un lado la excesiva captación que se hace de sus aguas, dejando al cauce con un caudal muy escaso de forma permanente y la gestión derivada de su regulación que elimina además el efecto que las crecidas tienen sobre la fertilización de las llanuras inundables; por otro lado, la prácticamente total ausencia en todo su recorrido de una banda formada por vegetación natural arbolada.

Al encontrarse sus sotos muy alterados la riqueza en especies de vertebrados no es muy alta. Siempre es mayor en estos lugares que en los espacios adyacentes, pero ni mucho menos es tan alta como cabría esperar de un soto natural bien conservado.