La reconversión del edificio del antiguo matadero en museo ha revitalizado de forma espectacular un espacio de Logroño hasta entonces en proceso de olvido. La puesta en valor emprendida hace ahora seis años ha convertido a la Casa de las Ciencias en un atractivo, en un aliciente cultural y lúdico que ha
estrechado la distancia existente entre las dos orillas del río y ha participado de forma relevante en el ‘salto del Ebro que ha emprendido la ciudad’; algo
impensable a principio de los años noventa. Vital y estéticamente, el joven museo logroñés se ha
convertido en un referente y un emblema de Logroño.
Pero, sin duda, lo importante de un edificio son las
historias que vivimos dentro –el servicio que presta a los vecinos, a las personas- y la Casa de las Ciencias nos ofrece cada día una posibilidad nueva de conocer y compartir pequeñas aventuras científicas.
El número de visitantes así lo avala.
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