• 1808-1813: Ocupación francesa.
  • 1833-1839: Nueva muralla y otras acciones con motivo de las guerras carlistas
  • 1852: Comienza el alcantarillado.
  • 1861: Se comienza el derribo de la muralla.

La Guerra de la Independencia afectó a los edificios principales, especialmente los conventos utilizándose muchos de ellos como cuarteles. La desamortización de bienes de la Iglesia que se produjo el siglo XIX culminó este proceso, arruinando algunos edificios o transformando profundamente otros, como el convento de la Merced (fábrica de tabacos). La posición fronteriza de la ciudad en las guerras carlistas retrasó el derribo de la muralla (de hecho se reformó y amplió) y la construcción extramuros. Portales se constituiría en ese siglo como calle principal de la ciudad, sustituyendo a la Mayor.

Ampliación de la información

Esta ciudad, de estructura fuertemente influida por los conventos, inició una importante transformación con la ocupación francesa, con el uso militar de los principales edificios religiosos, saqueos e incendios que supusieron la pérdida de gran parte de los recursos monumentales de la ciudad. Al proceso contribuyeron las leyes desamortizadoras de Mendizábal.

Las guerras carlistas colocaron a Logroño en situación fronteriza, lo que supuso un freno a la expansión al tener que replegarse de nuevo a sus muros, con la orden de derribo de las escasas edificaciones exteriores. Se reforzó la defensa con un nuevo recinto amurallado, y ante la necesidad urgente de materiales para su construcción se recurrió al derribo de varios edificios civiles y religiosos, como las iglesias de San Blas o El Salvador.

El plano de Coello de 1850 es sumamente significativo; en vísperas del derribo de las murallas, la ciudad conservaba su carácter medieval, cerrado, de trama urbana muy densa, sin ámbitos significativos de relevancia espacial importante, con sus edificios importantes civiles y religiosos muy integrados en la trama general. El río era todavía la principal fuerza motriz, y se aprovechaba un desvío (Ebro Chiquito) para la instalación de alguna pequeña industria. En la orilla izquierda ya aparecía el cementerio nuevo, como consecuencia de las nuevas leyes higienistas que separan los enterramientos de las iglesias.

En la cabecera del puente, acompañando a lo que quedaba del antiguo castillo, se situaba el Coso, espacio público donde se celebraban, entre otros actos, las corridas de toros. La plaza Mayor, hoy del Mercado, sería el centro de la ciudad, con una dimensión más reducida por la existencia del palacio del obispo. El resto de plazas interiores era de muy escasa entidad, como las de San Blas y San Bartolomé, siendo los espacios periféricos los que fueron tomando el relevo, como el Espolón o la Glorieta. La calle Portales había tomado el relevo a la Mayor como ubicación preferente de las clases acomodadas.

Con la nueva muralla se englobaba el conjunto de la población y los ex – conventos de Valbuena (hospital militar), San Francisco (cuartel) y del Carmen (instituto), hasta entonces aislados. En el interior, transformados también en su uso, persistían los de Agustinos, Jesuitas (seminario) y La Merced (casa de misericordia). Como se indicaba en el punto anterior, los derribos de algunos edificios importantes, la mala utilización de otros, las limitaciones al crecimiento fuera de las murallas, la necesidad de crecimiento resuelta mediante sobreelevaciones de los edificios existentes y ocupación de los patios de manzana, disminuyeron la calidad de vida en la ciudad. Mientras, se estaba demandando otro modo de concebir el tejido urbano, regular, adaptado a las nuevas necesidades del tráfico, a los planteamientos higienistas para las viviendas, y que encontraba en el ensanche la solución a esos problemas. El objetivo sería derribar las murallas y proceder a una doble actividad: la construcción de nuevas zonas en el exterior del antiguo recinto, con un criterio de ordenación adecuado a las nuevas necesidades, por un lado, y la transformación en profundidad del tejido existente en su interior, por el otro. Los planes de Ensanche y los de Reforma Interior serán, por tanto, los protagonistas de los siguientes 100 años.